¿Alguna vez sentiste que las cosas simplemente te pasan y no hay nada que puedas hacer para evitarlo? ¿O te descubriste buscando culpables cuando algo salió mal? En este post te invito a frenar un segundo y mirar la vida desde otra óptica: la diferencia entre ser víctima y ser protagonista de lo que te ocurre. Si alguna vez te preguntaste por qué las cosas no avanzan… capaz la respuesta está más cerca de lo que pensás.

La caída de la lapicera

Si me levanto del asiento, tomo una lapicera y la suelto delante mío... ¿Qué ocurrirá? La lapicera caerá al suelo. Pero, ¿por qué?

Muchos podrán decir que "por la gravedad", pero otros podrán decir "porque la soltaste". Ambos dos tienen razón, el tema es evaluar para qué nos sirve darnos esa explicación. Si queremos evitar que la lapicera vuelva a caerse al suelo, la explicación de "por la gravedad" no nos servirá de nada, ya que mientras exista la gravedad, la lapicera seguirá cayendo. Esta verdad no podemos cambiarla.

Ahora, la explicación de "porque la soltaste" nos hace responsables de lo que ocurrió. Si queremos evitar hacernos cargo, la explicación de "por la gravedad" es perfecta. Es simple, es un hecho, nadie puede negarlo. Sin embargo, hacernos responsables nos da el control para cambiar nuestra realidad. Vamos a poder sujetar la lapicera más fuerte para que esta no caiga.

La responsabilidad nos da el poder para cambiar nuestra realidad.

Responsabilidad

La palabra responsabilidad es literalmente "habilidad" de "responder". La responsabilidad confiere poder de decisión. Permite que nos concentremos en los aspectos de una situación sobre los cuales si podemos influir.

No somos responsables de nuestras circunstancias, pero sí de la manera en que respondemos a esas circunstancias. La responsabilidad es fuente de poder e integridad: el poder de influir en su situación y la integridad de hacerlo de acuerdo con nuestros valores. Esto es una libertad incondicional.

Víctima o Protagonista

La víctima es la persona que sólo presta atención a los factores sobre los cuales no puede influir. Se ve a sí misma como alguien que sufre las consecuencias de circunstancias externas. Para preservar su autoestima proclama su inocencia, busca explicaciones para no enfrentarse a la realidad del fracaso. Dado que no tiene nada que ver con el problema, nunca se incluye a sí misma en sus explicaciones. Jamás reconoce haber contribuido en alguna medida a crear la situación que vive. Cuando las cosas salen mal, busca a quién atribuir la culpa, señala con el dedo los errores de otras personas.

El protagonista, en cambio, presta atención a los factores sobre los cuales puede influir. Se ve a sí mismo como alguien que puede responder a las circunstancias externas. Su autoestima es producto de hacer las cosas de la mejor manera. En sus explicaciones se involucra a sí mismo, dado que comprende que ha contribuido sustancialmente a la creación del problema. Cuando las cosas salen mal, el protagonista trata de entender qué puede hacer para corregirlas. Elige las explicaciones que le otorgan el poder y lo ponen en control de la situación. El protagonista no se siente omnipotente. Comprende que siempre existen factores externos que están más allá de su control y no los considera una bendición ni una maldición, sino simplemente desafíos.

Estos dos son arquetipos que representan actitudes que podemos tomar en diferentes contextos y escenarios. Todos podemos representar cualquiera de estos dos roles en momentos diferentes.

Es "bueno" ser una víctima

Si ser protagonista es tan beneficioso, ¿por qué adoptamos la posición de victima? Para protegernos del juicio y de la culpa. Queremos causar una buena impresión y proyectar una imagen exitosa, o al menos evitar la falta de brillo que implica el fracaso, la incompetencia. Aunque no sea agradable admitirlo, muchas veces solemos depender de la aprobación de otras personas para sentirnos realizados y felices. Por lo tanto, gastamos gran cantidad de energía en construir una imagen pública "irreprochable", que no sea merecedora de ser juzgada sino alabada.

Buscamos excusarnos porque realizamos cosas y, de forma intencional o no, fallamos. Los seres humanos no somos robots. Tomamos decisiones. Elegimos actuar de una manera porque pensamos que es la mejor para preservar nuestros intereses en una situación determinada. Los hechos externos son información, no estímulos. Nadie responde el teléfono porque suena. Elegimos responder al teléfono cuando suena porque deseamos hacerlo. Si atendemos el teléfono porque suena, el teléfono tiene el control de la situación. Si atendemos el teléfono porque esa es nuestra elección, somos nosotros quienes dominamos la situación. El precio de la inocencia es la impotencia.

El precio del poder del protagonista

A su vez, ser protagonista tampoco es algo "barato". Si bien la responsabilidad nos da la libertad de responder a una situación ejerciendo nuestro libre albedrío de acuerdo con nuestros valores, también supone el dar razón de las propias decisiones, asumir la consecuencia de nuestras decisiones, esforzarnos por el cambio y exponernos de manera vulnerable. El poder es el premio a la responsabilidad; la obligación de hacernos responsables de nuestras decisiones es su precio.

La libertad demanda que reconozcamos de qué manera hemos contribuido a crear un problema, lo cual no es sinónimo de culpabilidad. La víctima trata de justificar su posición culpando a los demás. No hay víctima sin victimario. El protagonista no "culpa" a nadie más que a sí mismo. Reconoce que ha participado en el desarrollo de una situación y que tal vez habría podido actuar de una manera más efectiva o digna. Nadie puede eludir la responsabilidad de haber participado en la creación de su circunstancia. Todos hemos contribuido a crear nuestro presente, y de igual manera podemos contribuir a crear nuestro futuro.

Ser protagonistas de nuestra vida implica cambiar no solo lo que hacemos, sino también cómo hablamos y pensamos. Pasar de frases como "Es imposible" a "Aún no he encontrado la solución", o de "Alguien debería dar el primer paso" a "Yo podría dar el primer paso", transforma la queja en acción y nos devuelve el poder sobre la situación. La responsabilidad nos invita a dejar de buscar culpables y empezar a hacernos cargo, entendiendo que, aunque no siempre podemos controlar lo que nos sucede, siempre podemos elegir cómo responder.

Bibliografía

  • Kofman, Fredy. Empresa Consciente: Cómo construir valor a través de valores. Editorial Granica, 2006.

  • Imágenes tomadas de Pexels y Freepik, bancos de imágenes de uso libre.

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