Conociendo ya lo que observamos, sentimos y necesitamos y lo que queremos pedir a los demás, pasemos a la aplicación de estos mismos cuatro componentes para escuchar lo que observan, sienten y necesitan los demás y lo que nos piden. En esta parte encontraremos un breve resumen desde el libro de Marshall B. Rosenberg sobre El uso protector de la fuerza.

El uso protector de la fuerza

Cuando el uso de la fuerza es inevitable

En un conflicto, la mejor manera de resolverlo suele ser a través del diálogo y la empatía. Cuando ambas partes pueden expresar lo que sienten, necesitan y piden, generalmente se llega a una solución que satisface a ambos. Pero hay situaciones en las que no hay oportunidad de dialogar, como cuando hay un peligro inevitable o la otra persona no está dispuesta a comunicarse. En estos casos, puede ser necesario usar la fuerza para proteger la vida o los derechos de alguien. Aquí es donde la Comunicación No Violenta (CNV) hace una distinción importante: no es lo mismo usar la fuerza para proteger que usarla para castigar.

Los pensamientos que hay detrás del uso de la fuerza

La intención sobre la que se basa el uso protector de la fuerza es sólo proteger, y no castigar, culpar o condenar

El uso protector de la fuerza tiene una única intención: evitar un daño o una injusticia. No busca hacer sufrir a la otra persona, ni hacerla sentir culpable, ni forzarla a cambiar a través del miedo.

Un ejemplo de esto sería si un niño pequeño corre hacia la calle sin mirar y un adulto lo agarra con fuerza para evitar que lo atropellen. Aquí, la fuerza se usa para proteger al niño, no para castigarlo. En este caso, el adulto no está pensando: "Voy a sujetarlo fuerte para que aprenda una lección", sino simplemente en evitar que se lastime.

El uso punitivo de la fuerza, en cambio, se basa en la idea de que si alguien hace algo "malo", debe pagar por ello sufriendo las consecuencias. Su propósito no es solo evitar un daño inmediato, sino hacer que la persona se arrepienta y cambie su comportamiento a través del castigo.

Por ejemplo, si después de evitar que el niño cruce la calle, el adulto le grita: "¡Sos un idiota! ¿Cómo se te ocurre hacer eso? Debería darte vergüenza", aquí ya no se trata de protegerlo, sino de castigarlo con palabras hirientes o peor aún, si el adulto decide pegarle "para que aprenda", este castigo físico busca hacerle daño con la idea de que así cambiará su conducta en el futuro.

Tipos de Fuerza Punitiva

El temor al castigo físico impide a la persona darse cuenta de la compasión subyacente en las exigencias de los demás

El castigo físico es una forma de uso punitivo de la fuerza. Muchas personas recurren a el convencidos de que es la única manera efectiva de enseñar a los demás lo que les conviene.

Sin embargo, se debe considerar que al aplicar violencia puede:

- desarrollar una actitud de rebeldía como respuesta a la coerción,

- que existen métodos alternativos igualmente eficaces y más saludables

- que se refuerza una norma social en la que la violencia se justifica como un medio para resolver diferencias, perpetuando círculos de agresión en la sociedad.

El castigo no siempre es físico, otras formas incluyen etiquetar y juzgar que culpa a otra persona con el propósito de desacreditarla y la privación de beneficios que retira la asignación económica, prohibir el uso de objetos u otras sanciones constituyen castigos que afectan la autonomía y autoestima de las personas. Ambos tipos de castigo pueden resultar en obediencia a corto plazo, pero generan resentimiento y deterioran la relación con la figura de autoridad.

El precio del castigo

Cuando una persona actúa sólo para evitar un castigo, su atención se desvía del valor de la acción en sí misma y se centra en las consecuencias de no obedecer. Se produce un deterioro de la autoestima y la disminución de la buena voluntad.

En lugar de recurrir al castigo, se recomienda adoptar un enfoque basado en la comunicación y la empatía. Ante una conducta violenta, podría decirse:

  • "Parece que estás enojado porque quieres que te traten con más respeto". (Expresión de empatía)
  • "Me entristece ver que no encontramos una manera de tratarnos con respeto. ¿Podemos pensar juntos en otras opciones?" (Propuesta de solución conjunta)

Este tipo de respuestas no solo ayudan a modificar la conducta, sino que también fomentan la reflexión y el desarrollo de habilidades para la resolución de conflictos sin violencia.

Dos preguntas que ponen de manifiesto las limitaciones del castigo

Para entender las limitaciones del castigo, es útil formularse estas preguntas:

  1. ¿Qué quiero que haga esta persona de manera diferente?
  2. ¿Qué razones quiero que tenga para hacerlo?

Si solo nos enfocamos en la primera pregunta, el castigo puede parecer efectivo. Sin embargo, al reflexionar sobre la segunda, nos damos cuenta de que la motivación generada por el castigo suele ser el miedo y no una comprensión real del valor de la acción. Culpar y castigar a los demás no sirve para que tengan las motivaciones que nos gustaría que tuvieran.

La Comunicación No Violenta (CNV) propone una alternativa basada en la autonomía y la interdependencia, promoviendo la responsabilidad de nuestras acciones y la conciencia de que el bienestar propio y el de los demás están interconectados.

 

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