Conociendo ya lo que observamos, sentimos y necesitamos y lo que queremos pedir a los demás, pasemos a la aplicación de estos mismos cuatro componentes para escuchar lo que observan, sienten y necesitan los demás y lo que nos piden. En esta parte encontraremos un breve resumen desde el libro de Marshall B. Rosenberg sobre La Ira.

La expresión plena de la ira

La ira es una emoción intensa que puede surgir en muchas situaciones, pero la forma en que la expresamos hace toda la diferencia. La Comunicación No Violenta (CNV) nos ofrece un enfoque más profundo y consciente para gestionar la ira sin reprimirla ni desbordarnos.

Cuando reaccionamos con agresión física o verbal, estamos manifestando solo la superficie de lo que realmente sentimos. En lugar de reprimir nuestra ira o dejar que nos controle, la CNV nos invita a expresarla plenamente de una manera que fomente la conexión y el entendimiento.

Distinguir entre estímulo y causa

El primer paso para manejar la ira dentro del marco de la CNV es desvincular a los demás de la responsabilidad sobre lo que sentimos. Es común pensar: "Esa persona me hizo enojar", pero esta idea nos lleva a reaccionar culpando o castigando al otro.

En realidad, nadie nos "hace" sentir ira. Lo que alguien dice o hace puede ser un estímulo, pero la causa real de nuestra ira se encuentra en nuestras propias interpretaciones y necesidades no satisfechas.

Para motivar a través de la culpa, mezcla el estímulo y la causa.

Cuando usamos la culpa como herramienta de manipulación, tendemos a confundir estos dos conceptos. Para diferenciarlos:

El estímulo: Es el evento externo que desencadena la ira (lo que alguien hizo o dijo).

La causa: Es nuestra interpretación de ese evento y la necesidad insatisfecha que surge en nosotros. Por ejemplo:

  • Si alguien nos interrumpe mientras hablamos, podemos pensar: "Me faltó el respeto, no le importo". Aquí, el estímulo es la interrupción, pero la causa real de nuestro enojo es nuestra necesidad insatisfecha de ser escuchados y respetados.

Cuando atribuimos nuestra ira únicamente al estímulo, caemos en juicios y buscamos culpables. En cambio, si reconocemos la causa en nuestras propias necesidades, podemos abordarlas de manera más constructiva.

La ira siempre encierra algo que es útil para la vida

Cuando juzgamos a otros, generamos violencia.

En el fondo de toda ira hay una necesidad que no está siendo satisfecha. Si en lugar de reaccionar con enojo, la usamos como una señal de alerta, podemos identificar qué es lo que realmente nos hace falta.

El problema es que muchas veces la ira nos consume y nos impulsa a culpar o castigar a los demás, desviándonos de lo que realmente necesitamos. En lugar de decir: "Me molesta que ellos...", podemos reformularlo como: "Me molesto porque necesito...".

La violencia surge de la creencia de que los demás nos provocan dolor y merecen ser castigados.

Toda violencia nace de esta idea errónea: creer que los otros son responsables de nuestro sufrimiento. Pero al asumir la responsabilidad de nuestras emociones, podemos expresarlas de manera que construyan puentes en lugar de barreras.

Los 4 pasos para expresar la ira de forma consciente

  1. Detenerse y respirar: Antes de reaccionar, tomarnos un momento para evitar actuar impulsivamente.
  2. Identificar los pensamientos que contienen juicio: ¿Estamos culpando a alguien? ¿Qué interpretación estamos haciendo?
  3. Conectarnos con nuestras necesidades: ¿Qué es lo que realmente nos duele? ¿Qué necesidad no está siendo satisfecha?
  4. Expresar nuestros sentimientos y necesidades de forma clara: En lugar de atacar, podemos comunicar lo que sentimos y lo que necesitamos.

Ejemplo de transformación de la ira: en vez de decir: "¡Nunca me escuchás, sos un irrespetuoso!" podemos decir: “Cuando me interrumpiste, me sentí frustrado porque necesito sentirme escuchado. ¿Podrías dejarme terminar antes de responder?"

Este enfoque nos permite expresar la ira de manera genuina, pero sin generar conflictos innecesarios.

Antes que nada, ofrecer empatía

Cuanto más escuchemos a los demás, más nos escucharán.

Cuando estamos enojados, es difícil que los demás nos escuchen realmente. Para lograr una comunicación efectiva, es fundamental que primero ofrezcamos empatía.

Esto significa hacer un esfuerzo por entender qué lleva a la otra persona a actuar de cierta manera. Cuando reconocemos que todos compartimos necesidades humanas similares (respeto, seguridad, conexión, etc.), nos resulta más fácil comunicarnos sin agresión.

Consejo práctico: Si notamos que nuestra ira nos domina, podemos hacer una pausa y preguntarnos: "¿Qué está sintiendo y necesitando la otra persona?". Esto no significa justificar su comportamiento, sino abrir espacio para el diálogo.

Hay que tomarse el tiempo necesario

Aprender a manejar la ira con la CNV requiere práctica. Nuestras reacciones automáticas han sido moldeadas por años de condicionamiento, por lo que es normal que al principio nos cueste aplicar este enfoque.

Practiquemos la traducción de cada juicio a una necesidad insatisfecha

Pero si nos damos el tiempo para reflexionar antes de responder, podemos transformar la ira en una oportunidad para conectar con los demás y con nosotros mismos.

Nuestra necesidad más profunda no es castigar, sino ser realmente escuchados.

En lugar de culpar, podemos aprender a expresar lo que sentimos de manera clara y compasiva. Así, en lugar de alejarnos de los demás con nuestra ira, podemos usarla para acercarnos y encontrar soluciones reales.

 

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