Conociendo ya lo que observamos, sentimos y necesitamos y lo que queremos pedir a los demás, pasemos a la aplicación de estos mismos cuatro componentes para escuchar lo que observan, sienten y necesitan los demás y lo que nos piden. En esta parte encontraremos un breve resumen desde el libro de Marshall B. Rosenberg sobre El Poder de la Empatía
La empatía sanadora
La empatía nos permite “percibir (nuestro) mundo de una manera nueva y seguir adelante.
Carl Rogers describió el efecto de la empatía en las personas que la reciben.
“Cuando […] alguien te escuche realmente sin juzgarte, sin tratar de responsabilizarse de ti ni querer cambiarte, sientes algo maravilloso […] Cuando me prestan atención, me escuchan, soy capaz de percibir mi mundo de una manera nueva y seguir adelante. Resulta sorprendente ver que algo que parecía no tener solución la tiene cuando hay alguien que te escucha. Y todas las cosas que parecían irremediables se convierten en un río que fluye sin trabas por el solo hecho de que alguien ha escuchado tus palabras”.
La empatía y la capacidad de ser vulnerables
Cuanto más empaticemos con el otro, tantos más seguros nos sentiremos. Cuanto más nos conectemos con los sentimientos y necesidades que hay detrás de las palabras de los demás, menos temeremos abrirnos. Por lo general, las situaciones en las que nos sentimos más reacios a revelar nuestra vulnerabilidad son aquellas en las que nos empeñamos en mostrar que somos “duros” por miedo a perder autoridad o el control de la situación.
En situaciones dolorosas, es recomendable que nos brindemos primero la empatía indispensable para trascender los pensamientos que invaden nuestra mente y así poder reconocer nuestras necesidades más profundas.
Usar la empatía para neutralizar el peligro.
La capacidad de brindar empatía a las personas que se encuentran en situaciones estresantes puede neutralizar la violencia potencial. Empaticemos en lugar de decir “pero” frente a alguien que está enojado. Cuando intentamos escuchar sus sentimientos y necesidades, ya no percibimos al otro como un monstruo.
La empatía ante un ¡No!
Si empatizamos con el “no” de alguien, nos protegemos de tomarlo como si fuera algo personal.
Como tendemos a interpretar como un rechazo el hecho de que alguien nos diga “no” o “no quiero” cuando le pedimos algo, es importante que cuando esto nos sucede podamos practicar la empatía. Si nos tomamos la negativa personalmente, es posible que nos sintamos heridos sin comprender lo que le está pasando a la otra persona. Cuando encendemos la luz de nuestra conciencia para que ilumine los sentimientos y necesidades que hay detrás del “no” de una persona, entendemos qué necesidad es la que le impide responder de la manera que querríamos.
La empatía para reanimar una conversación sin vida
Para reavivar una conversación: interrumpamos con empatía. Las conversaciones agotan su vitalidad cuando nos desconectamos de los sentimientos y necesidades que generan las palabras de la persona que habla y de las peticiones asociadas a dichas necesidades. Es la situación que suele producirse cuando la gente habla sin tener plena conciencia de lo que siente, necesita o pide. En lugar de participar en un intercambio de energía vital con otros seres humanos, tenemos la sensación de habernos convertido en papeleras dentro de las cuales van a parar las palabras. ¿Cómo y cuándo debemos interrumpir una conversación que ha llegado a un punto muerto a fin de infundirle vida? el momento más oportuno para interrumpirla es cuando oigamos una palabra más de las que queremos oír. Cuanto más tiempo esperemos, más nos costará mostrarnos civilizados cuando intervengamos. Nuestra intención al interrumpir no es reclamar un espacio para nuestra expresión, sino ayudar a la persona que habla a conectarse con la energía vital que se esconde detrás de lo que dice. Lo conseguimos al intentar establecer contacto con lo que probablemente sean sus sentimientos y necesidades. La gente no se da cuenta de que necesita empatía, y tampoco entiende que es más probable que la reciba al expresar sus sentimientos y necesidades actuales que contando injusticias y penas del pasado.
Otra manera de animar una conversación consiste en expresar abiertamente nuestro deseo de una mayor conexión y pedir la información que nos pueda ayudar a establecerla. Lo que aburre a los que escuchan, aburre también al que lo dice. El que habla prefiere ser interrumpido, y no que los otros simulen escuchar.
La empatía con el silencio
Empaticemos con el silencio de alguien intentando conectarnos con los sentimientos y necesidades que esconde. Uno de los mensajes con los que resulta más difícil empatizar para muchos de nosotros es el silencio. Esto sucede especialmente cuando hemos expresado nuestra vulnerabilidad y queremos saber cómo reaccionan los demás ante nuestras palabras. En tales ocasiones es fácil proyectar nuestros peores temores en la falta de respuesta y olvidarnos de conectarnos con los sentimientos y necesidades que los demás expresan a través del silencio.
La empatía radica en nuestra capacidad de estar presentes
El maravilloso poder sanador de la empatía supone para una persona trascender los efectos paralizantes del dolor psicológico cuando consigue establecer suficiente contacto con alguien que sabe escucharlos con empatía. Para escuchar, no nos hacen falta conocimientos de dinámica psicológica ni una formación en psicoterapia; lo esencial es poder estar presentes ante lo que realmente le ocurre por dentro a una persona, ante los particulares sentimientos y necesidades que está viviendo en ese mismo momento.